La industria automotriz se ha preocupado por implementar avances tecnológicos en sistemas de seguridad activa. Entre los más importantes y eficaces, se encuentra el control electrónico de estabilidad, también conocido como ESP, ESC, DSC, VDC, o VSC (siglas comerciales). En Europa, la inclusión de este dispositivo en los autos logró una mejora notable en seguridad vial. De hecho, algunas investigaciones han demostrado que reduce hasta en un 50% los accidentes graves y evita hasta el 80 % de los siniestros asociados al derrapaje.
ESP es una de las siglas comerciales del sistema de seguridad activa conocido como control electrónico de estabilidad. Su función principal es evitar el deslizamiento del vehículo en sentido transversal y mantener la trayectoria marcada por el conductor con el volante. El ESP ayuda a mantener el control del auto en carreteras difíciles y en aquellas situaciones críticas de conducción donde el vehículo tiende a salirse de la vía o resbalar a causa de las leyes de la física (por ejemplo, en las curvas pronunciadas que se toman a alta velocidad). Su objetivo es reducir los accidentes de tránsito asociados al derrape y a la pérdida de control.
Un ESP se compone de una unidad de control electrónico (UCE), unos actuadores situados en el sistema de frenos y los siguientes sensores:
La unidad de control electrónico compara a un ritmo de 25 veces por segundo aproximadamente la información proveniente de los sensores en mención. Si en un momento determinado detecta incompatibilidad entre el comportamiento real del vehículo y el giro que deseas, interpretará que que te encuentras en situación de riesgo e intervendrá automáticamente frenando la rueda o ruedas para que el automotor recupere la trayectoria trazada. En consecuencia, lo único que tienes que hacer cuando el sistema de estabilidad electrónica interviene es marcar la trayectoria que debe seguir el vehículo, para que la interpretación del dispositivo sea la correcta y el peligro se reduzca a cero. Por supuesto, el ESP se halla anclado al ABS y, para su correcto funcionamiento, exige que tanto los neumáticos como el sistema de frenos estén en perfecto estado. Para ejemplificar, imagina que conduces por una carretera y te topas con una curva pronunciada hacia la derecha. Al trazarla, sientes que el vehículo tiende a seguir recto y poco a poco vas perdiendo el control. Inmediatamente los sensores le informan a la UCE que avanzas a 80 km/h, que el volante está girado 30º pero que el auto no está virando todo lo que le indicas. EL ESP, en consecuencia, desacelerará (aunque sigas pisando el acelerador), y frenará la rueda interior trasera para que el eje delantero logre “tirar” hacia el interior de la curva.
El sistema de control electrónico de estabilidad fue desarrollado en 1995 por la compañía Bosch en colaboración con el fabricante Mercedes. Fue empleado por primera vez en su el Berlina de representación Clase S. Para el 2014 el 84 % de los vehículos nuevos fabricados en la Unión Europea ya incorporaban este sistema en su equipamiento de seguridad (normativa de la UE obligó a los fabricantes a incluir el sistema en sus nuevos productos). Sin embargo, en el resto del mundo solo el 59% de los autos vendidos lo tenían.